Hoy quiero hablar de algo que me cuesta para comer y para trabajar: saber cuándo parar.
No sé si a ti te pasa, pero yo siempre siento que puedo un poquito más jeje (estoy pensando más en arroz con mariscos que en mi trabajo pero vamos, enfoquémonos).
Hace unos días estaba revisando un pitch que podría haber mandado. Tenía todo organizado, cumplía con el objetivo, mi equipo estaba de acuerdo… pero ahí estaba yo, dándole vueltas. Pensando: “Podría mejorar esta parte, ajustar esta otra, hacerlo más grande, con menos texto, con una foto.”
Y me di cuenta de que no era la primera vez.
Me pasa en todo: en el trabajo, con mis hijos, cuando cocino.
No descanso porque confundo descanso con flojera.
La flojera es sinónimo de mediocridad.
La mediocridad es sinónimo de fracaso.
Entonces, dale, Daniela, avanza, avanza, avanza. Si no, la vía rápida que vas a tomar es el fracaso.
¿En qué momento digo: “Esto es suficiente. Aquí me detengo”?
Usualmente, la respuesta es: “Cuando alguien más me lo dice.” Cuando tu jefa te dice que ya está OK tu presentación, está OK. Cuando tu mamá te dice que ya fue suficiente postre, ya fue suficiente. Incluso, y tristemente, cuando tu cuerpo colapsa y te dice que tienes que parar, es hora de parar.
Y, entonces, es difícil parar a decir “Listo, estoy satisfecho/a, voy a parar”, porque históricamente es más fácil que alguien lo decida por nosotros.
Así no soy una floja, así fue “algo” que me hizo parar.
Bueno, parar no es rendirse. Parar es reconocer el punto en el que tu esfuerzo deja de sumarte de forma relevante. ¿Qué te recomiendo? Esfuerzo vs impacto.
Te lo explico fácil. Imagínate que vas a limpiar la casa.
20 min: recoges juguetes, lavas platos, pasas aspiradora. Cambio gigante.
20 min más: organizas ropa, guardas cosas. Bien.
20 min más: limpias la parte de arriba de los marcos de puertas. Nadie lo nota y terminas agotada.
Con el trabajo pasa igual. El primer esfuerzo crea valor. El segundo afina. El tercero cambia cosas que ya estaban bien y no mueven la aguja, solo te quitan energía y tiempo.
Así que, la próxima vez, pregúntate:
- ¿Esto cambia el resultado de forma relevante?
- ¿Es un cambio que alguien notará o solo me tranquiliza?
- ¿Agrega valor o calma mi ansiedad de perfección?
Parar no es rendirse: es decidir usar tu energía con inteligencia, no con miedo. Qué poeta, Daniela.
Y, al final, como con el arroz con mariscos, hay un punto en el que si sigues, ya no sabe mejor. Te empacha.
Jeje
Daniela