Estuve cuatro días en Cusco con una misión personal difícil de explicar en este espacio. En el vuelo de regreso, con nostalgia porque había llegado el final de mi paseo de 3 días, el cual llevo persiguiendo hace ya un buen tiempo y por cosas de la vida recién ahora puedo ejecutar, me puse a ver Modern Family para distraer la mente. El capítulo que vi cerraba con una frase que dice más o menos así:

“Hay soñadores y realistas en este mundo. Uno pensaría que los soñadores están con los soñadores y los realistas con los realistas pero más seguido de lo que piensas, pasa lo contrario. Los soñadores necesitan que los realistas los detengan de elevarse demasiado cerca al sol. Y, bueno, los realistas sin los soñadores posiblemente nunca levantarían los pies de la tierra.”

De niños nos enseñaron a soñar. Nos enseñaron a vivir en mundos imaginarios, en cuevas creadas con manteles en la sala de nuestras casas o con cohetes espaciales en el closet de nuestros hermanos mayores (gracias a Andrea y Patricio por eso…). Nos dijeron que podíamos ser lo que quisiéramos ser, que podíamos hacer lo que quisiéramos hacer y nos reforzaron infinitas veces que nosotros somos capaces de todo.

Luego nos empotramos con la realidad, con esta realidad que te dice que si quieres irte de voluntario a algún lado tienes que pensar miles de veces si realmente estás dispuesto a dejar tu trabajo por eso. Nos dijeron que no podíamos reírnos en voz alta porque somos muy escandalosos, que no podemos bailar como nos provoca porque la gente nos va a mirar raro. El mundo nos enseñó que todo lo que de niños nos asombraba, hoy no nos asombra más. Que el paisaje en Lima no es más que arena y cielo gris, que lo bonito siempre está “allá” y nunca “aquí”. El mundo nos enseñó que lo que es “normal” para mí puede no ser “normal” para ti y que eso está mal, que todos debemos tener un solo concepto de la normalidad y el que no se ciña a eso, se puede ir acostumbrando a ser el “raro”.

Hoy, amigos, tomo la decisión de parar. Paro porque reconozco que tengo un lado soñador que es capaz de dejarlo todo por la gente a la que ama, un lado que disfruta dormir en su pijama enterizo de sirenita a pesar de tener casi 30 años, un lado que se puede sentar en un jardín a comer helado y hablar horas enteras. Reconozco también mi lado racional, el que sabe que a veces tiene que tomar decisiones frías así duelan, el que sabe que tiene que pagar deudas y es consciente de que sus acciones traen consecuencias.

Hoy decido parar porque mi lado soñador y mi lado realista se volvieron amigos y en las últimas semanas me recordaron que nunca dejaré que nada ni nadie ahogue la intensidad de mis sueños ni juzgue la fortaleza de mis razones. Hoy, amigo lector, te invito a parar e interiorizar que en 20 días tendrás un nuevo calendario y solo depende de ti que puedas lograr tus sueños, siempre con un pie sobre la tierra (solo uno, el otro déjalo volar). Para y busca rodearte de quienes quieran cumplir sueños contigo, no de quienes te pongan peros.

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19 enero 2021 — Girl In Corporation Admin
Etiquetas: Leadership